miércoles, 18 de noviembre de 2009

Verano 2009. Puerto Peñasco y Suroeste de USA

Día 1°

En víspera de elecciones, salimos a las 7 de la mañana a disfrutar las vacaciones de verano de la forma que más nos gusta: un largo viaje en auto con algunos destinos previstos, pero no todos. Con tres semanas por delante, habíamos diseñado una ruta que fácil llenaría las dos primeras. Pilar tiene desde hace tiempo interés en conocer Puerto Peñasco. Yo en visitar El Altar y El Pinacate. Y los dos deseamos regresar al Gran Cañón, pero esta vez a sus dos bordes, el Sur y el Norte. Luego queríamos ver Monument Valley y Mesa Verde, para comprobar in situ que los de allí son como los de aquí y ratificar lo artificial de las fronteras. Sin mayor novedad en el camino que disfrutar la carretera y sus paisajes, como el de la foto de los Agaves Azules en Tequila, fueron pasando los kilómetros y las paradas necesarias hasta llegar a Los Mochis a las 20:30 hora local. Nos instalamos en el City Express de Plaza Encuentros que por $ 802 pesotes nos ayudó a descansar después del palizón. Una vez ubicados fuimos a la Plaza a comer. Elegimos Cantina Garibaldi porque la Ley Seca empezaba hasta las 22:00. Teníamos más de una hora para tomar cervecitas antes de ir a descansar.

Día 2°

Después del desayuno del hotel, cargamos y a las 8:30 estábamos ya en carretera, para otra jornada de coche algo menos pesada que la de ayer. En Caborca, con un calor sofocante, hicimos la última parada y nos acercamos al IFE a ver qué tal iban las Elecciones. Sin incidentes y en una absoluta tranquilidad, por mucho que los periodistas nos quieran convencer de lo contrario.
Tomamos la carretera que va por la costa y que en su primer tramo rompe por la mitad largas extensiones de de vides productoras de una uva de mesa finísima, muy apreciada en México y sobre todo en USA, y de olivos, poco apreciados, pero muy bonitos. Con el calor tremendo, los olivos y las vides, alguien que me lea sabrá los recuerdos que me trajeron. Dejando atrás estos dos pilares de mi dieta y también la nostalgia, el paisaje cambió a desértico, con el mar a nuestra izquierda, a poniente.
Puerto Peñasco es, en su origen, un puerto pesquero camaronero. Actualmente se desarrolla el turismo como alternativa eficaz. Al sur hay algún que otro hotel y al norte varias moles de hormigón llenas de condominios. Volveré sobre este asunto más adelante. Nos instalamos en el Hotel Playa Bonita, de 74 dólares la noche. Está muy bien ubicado y tiene una maravillosa terraza en el restaurante, frente al Mar de Cortés y casi en la arena. Aunque tiene ya algunos años, las habitaciones son amplias y el personal amable. Cenamos con una vista inmejorable un coctelito de camarón y un pescado empanizado, regado con varias cervezas ( la Ley Seca va a ser que no ) y escuchando a un cantante, Rigo, que amenizaba los atardeceres con su música. La verdad, le echa ganas y hasta intenta vender Cds y playeras con su retrato. Dimos una vuelta por el pueblo, vimos el recuento de votos en la Plaza y a las 21:00 estábamos durmiendo.

Día 3°

Amanecimos a las 5 de la mañana con un sol de impresión, pero hicimos un esfuerzo y seguimos en la cama hasta las 8:00. Tranquilidad total, relax absoluto y desayuno en el hotel, frente al mar. Probamos los platillos locales: burritos y machaca. Es bueno recordar en este punto que los burritos son mexicanos, por mucho que los del otro lado se empeñen en demostrar que es comida del sur de USA. Y además, si la tortilla es delgadita, con la suficiente untuosidad y su puntito de sal, y el guisado del relleno tiene su sazón, pues están buenísimos. Después del exclusivo y fantástico desayuno frente al Mar de Cortés y del aseo de rigor, fuimos hacia el CEDO (Centro de Estudios de Desierto y Océanos), a gestionar nuestra visita al Pinacate. Está al sur de Peñasco, rumbo a Caborca y cuando llegamos, andaban como locos, pues era el primer día del Curso de Verano que ofrecen, con un sinfín de actividades para niños y jóvenes. Nos atendió América, una michoacana simpática que nos explicó que las visitas cuestan 400 pesos por persona, pero son a partir de Noviembre. Después de un par de llamadas y otro par de ofertas por nuestra parte, logramos la visita guiada por 1600 pesos los dos para el día siguiente. Logrado el objetivo, fuimos un poco más al sur a visitar una granja de ostiones en el estero, sobre la carretera, donde un encargado vende ostiones para comer allá a quien vaya, pero nada más, no los vende fuera de la granja. Me admiró su visión comercial. La granja está a 5 minutos de Peñasco. Más al sur siguiendo ese rumbo, está el Mayan. Un desarrollo hotelero (ya los conocemos) aislado de todo y de todos, dañando irremediablemente el estero y su ecosistema, donde van a alojarse gente que confunde exclusividad con aislamiento, pues allá no hay nada, pero nada de nada y el que entra se convierte en esclavo de los servicios del desarrollo, con el bajón en la calidad que eso supone. No más corajes. Regresamos a Peñasco a visitar la zona antigua. A la entrada está el hotel La Roca. La leyenda cuenta que Al Capone trajo la luz a Peñasco en 1926 y eso impulsó su desarrollo, en la primera mitad del siglo 20, pero él nunca alcanzó a conocerlo. Paseamos por el malecón, pequeño y coqueto, y nos metimos a comer unos camarones en el Restaurante Mary´s. Nos atendió Gabriel, del Df, y hermano del dueño. Es un tipo de 61 años, militar con licencia y emigrado a Peñasco en los años 70, los años gloriosos de la pesca del camarón. Amante del beisbol- Yankee de corazón- y aficionado a los toros, platicamos con él más de una hora en la que compartió con nosotros sus divertidísimas experiencias de ida y vuelta a Tucson y su especial relación con la migra. También nos contó su visita a la Virgen en la Villa con su esposa, para pagar una manda tras el nacimiento de su último hijo, que fue algo complicado. Nos despedimos de Gabriel prometiéndonos volver a vernos y fuimos a ver la playa de La Choya, al NO de Peñasco. Al final del camino de arena está el pueblito, con su playa y el desierto hasta el mar. Más parecido a los paisajes y ecosistemas del Mar de Cortés en la BCS. De regreso a Peñasco pasamos a ver los espantosos desarrollos hoteleros que el gobernador de Sonora, el mismo de la guardería de Hermosillo, autorizó a construir y de los que en el pueblo aseguran son de él. Una barbaridad extravagante y horrible a la que esperemos les depare un éxito moderado. A la salida de una de las moles de concreto, el guarda de la pluma de acceso nos comentó que su mamá vivía en Cantabria y que él se había comprado un mapa de España para ubicar ese lugar. Tierno. Regresamos al hotel, dimos un largo y fantástico paseo por la playa, cenamos y nos retiramos a descansar.

Día 4º

Desayunamos en la habitación y a las 8 estábamos en el CEDO. Allí nos reunimos con Francisco, nuestro guía, con América, ya la conocemos y con Verónica, una bióloga colaboradora del CEDO y amiga de los de allá, que estaba recién llegada para pasar unos días de vacaciones. Ella está haciendo su maestría en el Instituto de Ecología de la UNAM, vive en Janos, Chihuahua y trabaja en las rutas de migración del perrito de las praderas, del bisonte y del berrendo entre USA y México y los problemas que les crea el muro antimigrantes. Con los migrantes el muro no puede, pero a estos animalitos les està arruinando la vida. En el Pinacate nos recibió José Dávila, el subdirector, que nos dio una interesante charla sobre el lugar y sobre los proyectos de educación e integración de los ejidos y de los trabajaos que hacen para recuperar la población de berrendos en estado salvaje. Pinacate es un escudo volcánico dentro del Gran Desierto del Altar. El paseo se hace en carro. Son 70 kilómetros de sendero en buenas condiciones y se visitan dos cráteres: El Colorado y El Elegante, ambos tipo Maar, realmente espectaculares, los mejores que se pueden visitar en el país por su perfección circular y por su belleza y conservación. A los pies de El Colorado nos comimos unos burritos y un refresco mientras admirábamos y hablábamos de gobernadoras, palos verdes, ocotillos y flores de saguaro. Por cierto, el fruto de éste es una delicia, dulce como mermelada.
Esta zona del Altar está junto al Alto Golfo de California, donde desemboca el rio Colorado y todas las arenas de este desierto son fruto del arrastre de los materiales que erosiona el rio desde el Gran Cañón, muchos kilómetros al norte.
Francisco y Verónica son del DF y América, como ya quedó escrito, de Michoacán. En el camino de regreso hablamos de las zonas de interés natural del país y de los incipientes desarrollos de guías turísticos en forma de cooperativas que van surgiendo en lugares con biodiversidad (Calakmul, Montes Azules, Cuatro Ciénagas, Centla…). Los que saben de nuestro viaje a Tikal y Calkmul, recordarán a Dámaso, nuestro fantástico guía de Xpujil-Calakmul. En el coche salió ese viaje en un momento de la conversación y Francisco nos comentó que él había sido el maestro de inglés de Dámaso en su capacitación como guía. México chiquito. Nos despedimos en la sede del CEDO deseándonos parabienes y nos regresamos al hotel a descansar, para después dar otro largo paseo por la playa antes de cenar y acostarnos.

Día 5º

Nos despertamos tempranito, tomamos un desayuno ligero y partimos hacia Phoenix. La raya la pasamos por Sonoyta-Lukeville, donde no han visto un pasaporte español en su vida. Ahí deben mandar a todos los que se portan mal del Departamento de Migración de USA. Qué desastre de gente. Tras una hora de espera nos comentan que si vivimos en México y tenemos pasaporte mexicano, ¿por qué no tenemos la visa gringa y así todo sería más fácil para ellos? Literal. Al cabo de un buen rato en el que vimos cómo investigaban a alguien con pasaporte ruso (pobre infeliz) que llegó antes que nosotros y allí siguió cuando nos fuimos, y a una familia mexicana que quería ir a Phoenix a celebrar los 80 años del abuelito, nos dejaron pasar y al cabo de tres horas de coche, llegamos a Phoenix. Exactamente a Scottsdale, donde nos alojamos en el hotel Mondrian, que por 84 USD está perfecto. Minimalista y con pretensiones de diseño. En el bar uno espera toparse con el mejor Mauricio Garcés tomando un jaibol. Entren a su página web porque es curioso. Una vez instalados, salimos a comer parando a comprar bebida y comida para los días por venir, que los pasaríamos en zonas muy turísticas.
Phoenix es el lugar en el que más calor he sentido del mundo que conozco y conozco lugares calurosos y soy de un lugar caluroso. A las 7:30 estábamos a 41 grados Celsius. En medio de este infierno, fuimos a cenar a Sol y Sombra, restaurante español de buena comida y mal servicio. Regresamos a Old Scottsdale donde hicimos tiempo tomando un helado y un café y nos metimos en el hotel a resfriarnos con el aire acondicionado.

Día 6º

Junto al hotel, desayunamos en Carumbas, unos huevos muy amarillos y un café. Empacamos, dejamos el hotel y pusimos pro al Gran Cañón. A última hora cambiamos la ruta y decidimos acceder por la entrada este, por Cameron, pues la sur ya la conocíamos y la norte la íbamos a usar unos días después. Saliendo de Phoenix y antes de Flagstaff ya de empiezan a ver formaciones de cañones en el altiplano. La entrada cuesta 25 USD por coche por 7 días. Entramos sin nada de gente en un mediodía nublado. Tomamos todo Desert View y fuimos parando en cada uno de los puntos indicados. No me canso de ver el Gran Cañón. Qué impresión constatar cómo va cambiando todo y en cada instante es diferente. Al llegar a Bright Angel Trail, iniciamos un breve descenso, como de media hora, hasta Grand View, antesala de lo que haremos mañana. Algo cansados por la emoción y por las horas de coche husmeamos un rato por el Centro de Visitantes y por la Tienda. En USA se vende todo, hasta el Gran Cañón. A media tarde hicimos nuestro registro de entrada en el Hotel Red Feather Lodge, en Tusayan, a un par de millas de la entrada sur, que por 156 USD por noche, sería nuestra base las próximas dos noches. Después de instalarnos, salimos a cenar a un restaurante de carnes cerca del hotel, donde la cantidad de comida que sirven es una barbaridad y donde todos los meseros son de Zacatecas. A nosotros nos atendió José y su ayudante, “Chido”. Charlamos un rato con ellos y, hartos como boas, reptamos hasta el Nat Geo Visitor Center, donde entramos a lo único abierto, la tienda, y nos retiramos al hotel a lavar ropa y descansar.

Día 7º

Levantarnos y el combate por desayunar nos llevó un rato. Un hotel de más de cien cuartos tiene un lugar para desayunar con 8 mesas de 4 plazas cada una. Una auténtica pelea. Mucha gente y algunos chinos, lo que complica bastante el asunto. Familias con niños y gente mayor es lo que predomina (sillas de ruedas, tanques de oxígeno y andaderas incluidas). Entramos al Parque de nuevo, nos estacionamos en el Centro de Visitantes y tomamos el camión de la Ruta Verde, que nos acercó al inicio del South Kaibab Trail. Un poco de agua y una rápida visita al baño nos dejaron listos para iniciar el paseo. Hasta Cedar Ridge fueron 50 minutos de descenso y 300 metros de desnivel con poco calor. Se puede llegar hasta Skeleton Point o hasta Phantom Ranch, en la mera orilla del rio Colorado. Queda pendiente para una próxima visita el Rim-to-Rim durmiendo en Phantom Ranch. Disfrutamos durante un rato el descanso en Cedar Ridge, donde estaban rodando una película y comenzamos el ascenso de regreso que nos tomó algo más de hora y cuarto. Un cómodo paseo lleno de luces y sombras reflejadas sobre el Cañón, que cambian a cada instante y que provocan impresiones de inmensidad real y que siempre te dejarán con ganas de haberlo hecho más largo. Pero regresamos, para no forzar en exceso. Tomamos el camión de regreso y bajamos al hotel para una buena ducha. Regresamos al Parque para al lunch, que compramos en el súper y nos dimos otro largo paseo, de más de una hora por el South Rim Trail (todo el borde sur). En uno de los salientes de roca había un grupo de personas haciendo saludos al sol y rodando alguna película o similar. Bien loco. De vuelta en Tusayan buscamos un lugar para cenar. Elegimos el Café Tusayan, donde todos los meseros también son de Zacatecas, menos un chilango y un jarocho. No se creen que venimos de México D.F. manejando y paran el servicio para salir a comprobarlo en el estacionamiento. Uno hasta quiere “robarnos” las placas, pero se contiene. Ellos y nosotros hemos atravesado el Gran Desierto del Altar, ellos caminando tras un pollero y jugándose la vida y sus ahorros y nosotros en coche, con un GPS y aire acondicionado. A las 9 de la noche estábamos durmiendo.

Día 8º

Aún más gente en el desayuno y tras los trámites de salida partimos hacia North Rim. Atravesamos Vermillion Cliffs, el Navajo Bridge y una multitud de puestos de artesanías navajo a lo largo de la carretera. El Gran Cañón está dentro del Kaibab National Forest. Un bosque inmenso, atravesado por, entre otros, el río Colorado, cuyo cañón más importante es el Gran Cañón. Del borde sur al norte hay 17 kilómetros, en línea recta. En coche son más de 250. Cinco horas en autobús. Al llegar a la zona del North Rim, el paisaje es desolador, todo quemado. Dentro del Parque sólo hay un hotel, el Grand Canyon Lodge, de 120 USD la habitación más barata y menos mal que teníamos reserva. Es imprescindible, pues está lleno todos los días que abre el North Rim, de mayo a septiembre. Conviene hacer la reserva con bastante tiempo de antelación. Tras un lento registro de entrada viendo y escuchando a un grupo que tocaba country y que eran todos muy mayores, con su banjo y todo, y después de reservar lugar para cenar en el espectacular restaurante, fuimos a la habitación. A la europea mala: chica, fea e incómoda. Nos preparamos y a las dos de la tarde estábamos listos para la caminata. Fuimos en coche hasta el inicio del Kaibab Trail North Rim desde ahí empezamos el descenso hasta Supai Tunnel. Son 3.2 kilómetros con unas vistas maravillosas de esta vertiente del Cañón, menos árida que la sur. Se hace en poco menos de 1 hora y al llegar abajo, hay baños y agua. El túnel, excavado en la roca, es impresionante. La subida la hicimos en 1 hora y 20 minutos. Regresamos al hotel cansaditos y nos dimos un reconfortante baño. La cena era a las 17:45. El siguiente turno, hasta las 20:10. El restaurante está volado sobre el Cañón, con unos ventanales de suelo a techo que imponen. Todos los gringos, perfectamente vestidos para la cena y comiendo con vino. Dimos buena cuenta de una ensalada César, una pasta y una carne y un helado, que regado con 4 cervezas nos supuso un desembolso de 83 USD. Acá las meseras son colombianas. Después de la cena dimos un paseo por el hotel, (muy bonitas las áreas comunes, no así los cuartos, como ya quedó escrito), visitamos la tienda, compramos un imán, vimos la puesta de sol detrás de una tormenta, paseando por los senderos del borde y nos fuimos a dormir.

Día 9º

Como todos los hoteles tienen cafetera en el cuarto, desayunamos en la cama y a las 9 estábamos poniendo rumbo a Page, donde llegamos a las 11:30. En uno de los múltiples negocios que en la calle principal anuncian los tours, reservamos uno para las 3 de la tarde a Antylope Canyon, por 32 USD cada uno y de 90 minutos de duración. Como está en territorio navajo, pues eso es lo que hay. Nos fuimos al restaurante Glen Canyon Steak House, donde por 10 USD te atascas en el bufet (ensalada, pollo, pescado, carne, fruta,…), bastante bueno, por cierto. En una tienda junto al restaurante compramos, por fin, un Kokopelli, duendo del Cañón, dios de la fertilidad y símbolo ancestral del territorio por el que no estábamos moviendo. Fuimos a algunos súper para hacer tiempo y refugiarnos del asfixiante calor del desierto y nos surtimos de líquido y algo de comida. Desde este punto no teníamos ningún hotel reservado. A las 14:45 estábamos en el lugar indicado para iniciar el paseo. Éramos 12 personas comandadas y dirigidas por una navajo de una tonelada métrica de peso. Son 15 minutos de trayecto hasta la grieta de entrada al Slot Canyon. Milagrosamente hicimos la visita sólo nuestro grupo, algo inaudito, por los comentarios que nos hicieron. Cuando salíamos de allí, llegaban 4 camiones con 60 personas. Merece la pena la visita. Es una muestra de libro de lo que es un Slot Canyon formado por la erosión del agua en rocas de arenisca, dando lugar a formas y colores, reflejo de una luz inimaginable. Es una visita obligada para el viajero que ande por la zona. Regalamos el pase de 7 días del Gran Canyon a una alemana que hizo el tour con nosotros y a las 16:45 íbamos a Monument Valley, atravesando grandes llanuras desérticas con formaciones rocosas de arena en pleno territorio Navajo. Entramos en Utah y era una hora más tarde, las 19:30 al entrar a Monument Valley, donde nos cobraron 5 USD por persona. Estuvimos más de una hora recorriendo en el coche el sendero y admirando las caprichosas formaciones que recordábamos de los westerns de John Wayne y compañía. Es maravilloso. Alcanzamos a llegar al punto más elevado de la zona para ver una escalofriante puesta de sol en el desierto. Nos alojamos en el The View Hotel Monument Valley, único del lugar y manejado por los Navajos, que no tienen ninguna dote para la hostelería y que confirmamos cuando bajamos a que nos echaran de comer en el restaurante del hotel, único lugar para cenar. El hotel es muy bueno y por 178 USD uno no puede esperar menos. El restaurante es malísimo. A las 22:30, el día terminó.

Día 10º

Después de un infernal desayuno bufet en el hotel que por 6 USD todo es artificial y en el que además el jugo de naranja químico te lo cobran aparte a 2 USD, poco antes de las 9:00 salimos hacia Mesa Verde, apurando las últimas fotos de Monument Valley. Pasamos por Bluff, una antigua comunidad mormona que conserva sus tradiciones, su fuerte, su casa comunitaria, etc. Un poco más adelante, nos desviamos para conocer Four Corners, el punto donde se unen los 4 estados: Colorado, Utah, Arizona y New Mexico. En el trayecto se estrelló un pajarraco contra el parabrisas y atropellé a un correcaminos (éste se metió debajo del coche, más bien). El parabrisas y el carro salieron indemnes. Las aves no volaran ni correrán más. R.I.P. Four Corners lo vimos desde fuera. Es un punto indicado por un cartel donde se indica la coordenada exacta de unión de los estados, pero no entramos a la zona vallada, hartos de que nos siguieran sacando dinero los Navajo. Pusimos gasolina en Cortez y llegamos al Centro de Visitantes de Mesa Verde, previo pago de 15 USD en la entrada, donde reservamos los dos paseos de ese día: Blacony House a las 14:30 y Cliff House a las 16:30. Como aún teníamos tiempo, nos instalamos en el hotel del parque, el Far View Hotel, que por 128 USD es una porquería vieja y sucia, y además la única opción dentro. Los paseos son agradables, muy sencillos y guiados. Mismas construcciones que en la zona de Madera, Chihuahua, con todo y sus puertas en forma de “T”, para demostrar lo artificial de las fronteras actuales. Sí es curioso que los guías explican que de USA se pasaron a México. Busqué algo publicado que sustentaran esa teoría en un par de librerías especializadas pero no encontré nada de nada. Regresamos al hotel donde nos duchamos y lavamos ropa. Antes de cenar subimos a la terraza a tomar una copita. El lugar es muy chulo y el encargado del bar, mexicano, del D.F. El restaurante es muy bonito, todo acristalado, con vistas al campo, por donde correteaban algunos venados, la comida no es mala, pero es caro y te intentan engañar con la propina, así que ojo y chequen bien las cuentas antes de pagar. Tras un breve paseo, a dormir.

Día 11º

Tras un rápido desayuno en la cafetería, que está en el Centro de Visitantes, pues el hotel no ofrece servicio de desayunos, visitamos Spruce House y a las 11 tomamos el paseo a Long House, con una señora de muchos años que vive en Albuquerque y paseaba con su hija, de Boston, por los Parques Nacionales de esa área y a quien le pareció que lo mejor que había visto hasta ahora era, sin duda, el restaurante donde cenamos anoche. El paseo a Long House es agradable, con su trenecito y toda la cosa y una cuesta que te revienta. Pero uno ve al señora antes mencionada que sube y platica al mismo tiempo y pues no se plantea el dolor ni la asfixia. Salimos de Mesa Verde hacia Taos dejando atrás el desierto y atravesando mucho bosque por una carretera de sierra, preciosa, salpicada de Casinos regentados por Navajos y muy despoblada. Tras 5 horas de manejada, nos instalamos en el Motel Indian Hills Inn, a las 6 de la tarde, que por 78 USD está perfectamente ubicado, a 2 cuadras del centro. Tomamos una copa y algo de cenar en el Adobe Bar Taos Inn, edificio catalogado como histórico y donde va todo Taos a la hora del coctel y dimos un paseo por el pueblo. Todo son casas estilo “Paquimé”, llenas de Galerías de Arte en colores ocre imitando adobe y por donde deambulan cientos de jipis “Visa Oro”. Es bonito, la verdad, muy bonito, con su plaza perfecta, inmaculada, como de Disney o algo así. A las 22:30 estábamos descansando. Día pesado.

Día 12º

Tras el desayuno típico del Motel, siempre incluido en el precio, vamos a visitar Taos pueblo, el antiguo asentamiento, pero hay un entierro y no se puede pasar. En algunos lugares los muertos son más importantes que los vivos. Nos vamos al súper local a por agua y esas cosas y a las 11 estamos de vuelta. La entrada cuesta 20 USD y el permiso para hacer fotos, otros 5 dolaritos. Los estudiantes sólo pagamos 5 USD. Es absolutamente turístico, aunque siguen viviendo algunas familias allá. Todo de adobe, lleno de tiendas y atascado de los jipis que mencionaba antes. De Taos nos vamos a Chimayo, santuario católico dedicado al Santo Niño de Atocha, cuya iglesia es bonita (me sorprendió). Se puede comprar una arena para hacer unos lodos milagrosos que curan todo, de los que prescindimos, por principios. La mezcla es de estudio. Beatos murmurando oraciones a la arena, yoguis buscando no sé qué y gente pagando mandas. Todos en el mismo lugar. Tomamos el lunch allá, en un restaurancito regentado por una familia que habla perfecto español. Un guisado de carne con arroz y frijolitos de guarnición bastante bueno. Entablamos algo de charla con el dueño que nos explicó que ellos no saben bien de dónde son: no son mexicanos pero tampoco son gringos. Allá se quedaron cuando el corrimiento de fronteras hacia el sur de mediados del XIX, olvidados por todos y andan bastante perdidos, la verdad. Nos explicó que tienen presentada una reclamación ante el rey de España por unas lindes que van por unos cerros de su condado y que aún esperan respuesta. No pudo precisar el nombre del rey al que se refería. Tras esta curiosa experiencia fuimos a Santa Fe, directos al Centro de Visitantes, donde conseguimos información sobre alojamiento y nos decidimos por el Travelodge, muy bien ubicado, cerca del centro y teniendo en cuenta lo caro del lugar, nos lo ofrecieron por 90 USD y se quedó, tras un ligero amago de irnos, en 70 USD. A pocas calles de la catedral. Nos instalamos y fuimos a Old Town Santa Fe. Visitamos la catedral de San Francisco de Asís, con 400 años en sus cimientos y pareciera que recién inaugurada. Paseíto por la plaza, muy bonita, con sus soportales y su kiosco y nos echamos una cervecita en una fabrica mini de cervezas de esas que abundan por este país, vimos dos mil galerías de arte y nos fuimos a cenar a Cowgirl Hall of Fame, donde se mezclan las familias pudientes con los susodichos jipis que decoran servilletas con florecitas y abueletes tranquilos con jóvenes algo alborotados por el alcohol, todos atendidos por meseras en minifaldas, botas y sombrero vaquero, donde nos comimos un tamal de camarón, que no tenía mucha forma de tamal, pero estaba bueno. El sitio es de visita antropológica. Regresamos al hotel después de esta experiencia, dimos un breve paseo y nos acostamos.

Día 13º

Como el hotel no tiene comedor pero sí dan desayuno, cargamos con él hasta la habitación donde dimos buena cuenta. Salimos hacia Albuquerque y paramos en el primer Target que encontramos. Supongo que por inercia, pues no recuerdo qué buscábamos o qué compramos, y llegamos al Old Town de la ciudad que es parecido al de Santa Fe, pero más feucho. En el downtown, en plena ruta 66, nos tomamos un burrito y nos dimos un garbeo por los distritos más chulos de la ciudad: Universidad y Nob Hill y pusimos rumbo a El Paso. Saliendo de Socorro, a 250 kilómetros al norte de El Paso, nos cruzamos con el primer coche con placas de México, desde Phoenix, una semana atrás. En El Paso paramos en un mal a buscar una cámara de fotos de la que estaba encaprichado y luego en el carro, paseamos por el centro. En vista de lo poco que nos ofrecía y lo feo que es, decidimos cruzar esa misma tarde a Juárez. Nos tocó algo de tráfico para pasar la raya, pero nada desesperante. Ya en México fuimos a la Oficina de Turismo, donde nos dieron las indicaciones para llegar al hotel City Express que, por 744 pesos, está perfectamente ubicado y además, llegando, era la hora del cóctel: cervecitas, tequila y botanita gratis. Cenamos en María Chucena, junto al hotel, de cocina mexicana y con un excelente diseño y decoración. Bien. Fue un día largo y caímos rendidos.

Día 14º

Tras el desayuno en el hotel, salimos hacia el sur, con la idea de llegar a dormir a Gómez Palacio, porque no queda de otra, porque está a 9 horas de coche y vamos cansados y porque no es bueno manejar más. La única diversión del tedioso trayecto de 700 kilómetros atravesando sin parar Chihuahua completito fue admirar y comparar las uñas postizas de las cajeras de las casetas. Deberían regular eso, de verdad. Llegamos a Gómez y decidimos cruzar el puente y buscar hotel en Torreón. El Holiday Inn fue una estupenda opción por 944 pesos con desayuno bufet. Cenamos en el restaurante Applebees, junto al hotel y de postre un estupendo helado de La Sultana. ¡Enorme!

Día 15º

Llegó el final. Después del desayuno, a las 10:30, pusimos morro a Querétaro, donde esto se acabó.